LA MIRADA DE LOS 1000 METROS
(Advertencia previa: Este texto incluye imagenes que pueden resultar desagradables e impactantes)
Lejos del heroismo y de la belleza triunfalista que numerosas obras cinematográficas e incluso titulares de prensa no suelen vender, está la realidad de la guerra.
"…Mi vida no ha cambiado en nada; es ahora como hace diez años, bendito
por las estrellas, maldito por los hombres. No tuve amigos, y tu sabes
por qué no querían saber nada de mí. Era feliz cuando podía sentarme al
telescopio y mirar al cielo y al mundo de las estrellas, feliz como un
niño al que le permiten jugar con los astros."
Así se expresaba un soldado alemán en su última carta desde el sitio de Stalingrado, antes de ser derrotado por las tropas rusas.
Entre las muchas heridas que causa la guerra, las de índole psicológica se encuentran entre las más abundantes, y al mismo tiempo entre las más dificiles de curar. La mayoria de los seres humanos estamos mentalmente preparados para enfrentar y asumir en determinados momentos de nuestra vida situaciones y hechos traumáticos, tales como la muerte de un ser querido o los padecimientos de alguna enfermedad. Pero durante los conflictos armados la capacidad del ser humano para enfrentar estas situaciones se ve, en muchos casos, desbordadas. La "Neurosis de guerra" también conocida como "Sindrome de estres post traumático" fue durante muchos años una afección que padecian casi de forma exclusiva los soldados que entraban en batalla. Hasta principios del s.XX esta enfermedad mental se considerba simple y llanamente como cobardia, y fueron muchos los militares que, aquejados de este mal, terminaron sus dias fusilados, suicidandose o conduciendo a sus compañeros con sus acciones o inacciones a la muerte en el campo de batalla.
Pero en los últimos 20 años más del 80% de las victimas en conflictos armados son civiles desarmados. Esta es una realidad que los habitantes de paises ricos se niegan a ver y sobre todo a asumir. Los ejercitos de la actualidad, sobre todo los de los paises más poderosos, llevan años apuntando sus armas sobre poblaciones cíviles indenfesas, o bien utilizando a terceros para ejercer la violencia de una forma cruel e ilimitada. Esta crueldad no es solo patente por el tipo de armamento usado: Bombas de racimo, minas antipersonales, munición con uranio empobrecido, armas químicas...etc, sino también por los métodos aplicados y el objetivo claro de sembrar el terror mediante violaciones, secuestro, tortura e incluso como hace poco hemos descubierto, realizando experimentos medicos con prisioneros de guerra. No se trata de casos puntuales, es una realidad que incluso cuenta con el refrendo legal de muchas instituciones de gobierno de paises como EEUU o Gran bretaña.
Tras la Primera Guerra Mundial algunos psiquiatras llamaron la atención sobre el verismo de estas afecciones que sufrian los soldados que habian padecido experiencias terribles durante el combate. Fue el Dr. Hermann Oppenheim el primero en valorar y calificar estas afecciones mentales y en proponer su tratamiento.
Los soldados son en principio simples y comunes ciudadanos que por obligación o patriotismo se embarcan en una actividad para la que no estan en absoluto habituados: matar a otros seres humanos. Cualquier individuo puede dañar a otro semejante si se ve amenazado de algún modo, pero matar a alguien no es un asunto sencillo. En más de una ocasión hemos visto o incluso hemos sido protagonistas de acciones que conllevaban amenzas de muerte: "¡si me tocas te mato!" "me dan ganas de matarte". Son frases que se dicen con facildad, pero son acciones, que en personas pacíficas y normales no son esperables. El adiestramiento militar cumple la función de acostumbrar al individuo a la realización de tales actos como algo habitual, necesario e incluso loable. No obstante un estudio del cuerpo de marines de los EEUU realizado en los años 70, desmostró que la mayoria de los nuevos reclutas, la primera vez que entran en combate, tienden inconscientemente a apuntar al enemigo por encima de sus cabezas, fallando el tiro en más de un 80% de los casos. La mente humana se resiste a realizar un acto que sabe, tanto si lo quiere como si no, que terminará afectando a su espiritu.
Los sintomas que presentan las personas afectadas son el isomnio, disminución de la confianza en si mismo, inestabilidad emocional y bruscos cambios de humor, ansiedad crónica o pasajera, estados depresivos prolongados, pesadillas, ira incontrolada. En los casos más extremos se han llegado a constatar síntomas fisicos como la afasia (incapacidad para comprender la lengua materna), ceguera transitoria o amnesia. Los detonantes de estos síntomas son variados y dependen del individuo y sus circustancias. Era habitual en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, que los soldados que habian trabajado como mineros sobrellevaran con bastante entereza la dureza del combate en las trincheras mientras que los que estaban acostumbrador a trabajar en ambientes rurales y agricolas padecian de forma más acentuada el día a día en la trinchera.
Los soldados que combatieron en el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial mostraban un sintoma que se dió a conocer como "La mirada de los 1000 metros". La mirada abatida es un síntoma típico de víctimas que han sucumbido a experiencias traumáticas, por la disociación de la misma. La frase proviene de la obra del artísta bélico Thomas Lea "The 2000 Yard Stare", que representa la verídica condición sufrida por un marine estadounidense durante la Batalla de Peleliu. Es un síntoma de agustia psicológica grave.
En muchas ocasiones la neurosis no nace únicamente del enfrentameinto armado en si. Hay soldados que se ven obligados a obedecer ordenes o enfrentar situaciones que repugnan a cualquier mente humana. Desde ejecuciones sumarias a prácticas de tortura o incluso rematar a soldados heridos que previamente se habian rendido; como vimos en cierta ocasión que hacian soldados estadounidenses destinados en Iraq con un insurgente herido que pedia lastimosamente un trago de agua. En estos casos muchos soldados construyen una muralla mental que les permite protegerse y autojustificarse en la realización de cualquier acción por cruel y macabra que sea. La patria, los compañeros y amigos muertos en combates o la propia crueldad de la guerra que padecen, les permite construir los argumentos para autoconvencerse de que sus acciones estan legitimadas y son "normales" y que lo anormal es no actuar de ese modo.
La readaptación de estos individuos a una vida civil normal es practicamente imposible. El muro de protección que han levantado en sus mentes se ha convertido en parte de su personalidad y son incapaces de convivir en entornos donde la violencia y la ley del más fuerte no sean la única norma a seguir. Añoran el poder de las armas y la libertad de ser justicia y justicieros todo en uno. Es por ello que en muchos casos su regreso a la vida pacífica supone que terminen engrosando las filas de criminalidad. En estos últimos años el ejercito de los Estados Unidos, tras las experiencias de Corea y Vietnam, han desarrollado todo un programa de adaptación y acogimiento de las víctimas militares de la neurosis de guerra. Ya no se margina a nadie en el ejercito estadounidense por padecer estos males y las iniciativas de acogida y ayuda psicologica se han implementado para que el soldado al regreso del combate en Iraq o Afganistán no se vea castigado o repudiado por ellas.
Personalmente uno de los síntomas que más me impresionan de la neurosis de guerra es el que algunos veteranos rusos de la batalla de Stalingrado manifestaban tras el fín de la guerra: La incapacidad para sentir felicidad o alegria. Amputación de la felicidad.
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